El concepto ‘hygge’, las ‘guarderías forestales’ o los ‘klassens tid’ son algunas claves de una crianza casi utópica
¿Se imagina un mundo donde la conciliación familiar y laboral sea una realidad y las jornadas acaben a las cuatro o cinco de la tarde, los permisos por maternidad y paternidad sean igualitarios, los progenitores puedan pasar tiempo con sus hijos y sus hijos no tengan que preocuparse por deberes escolares y exámenes, sino por crecer en la naturaleza y aprender a solucionar problemas por sí mismos? Aunque parezca ciencia ficción, este tipo de crianza es posible y sucede en Dinamarca.
Según el World Happines Report, ─que cada año investiga el nivel de satisfacción general por países─, los daneses ocupan el primer puesto en la escala evolutiva de la felicidad desde hace años. Le siguen en el ranking Suiza, Islandia, Noruega y Finlandia; España ni se acerca, en un discreto puesto 37, por detrás incluso de Arabia Saudí, Qatar y Taiwan, donde los ciudadanos se sienten más felices.
Por extensión, la población infantil supone un reflejo del estado de bienestar social y así tenemos a los niños daneses entre los más felices del mundo. Si a esto se suma la educación gratuita y universal, una de las tasas más bajas de abandono escolar, programas efectivos de escolarización e integración de menores refugiados y niños con necesidades especiales y un protocolo anti-acoso obligatorio en las escuelas, podemos considerar el modelo danés como un claro ejemplo de éxito. Estas son algunas claves de su revolucionario sistema de educación.
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